viernes, 17 de julio de 2009

Sexto capitulo


Capitulo 6
SERVICIO DE HABITACIONES


Tom, en lo alto de la escalera, decidió torcer a la izquierda acompañado de Brian y Regina mientras que su novia seguía por la derecha con Amy. Como había caído la noche, el pasillo únicamente estaba iluminado por la luz que provenía de la luna llena dando un aspecto fantasmal a la casa. El pasillo por el que se internaron, era más ancho de lo que suelen ser y por el discurría una bonita alfombra roja decorada con diversos motivos y formas abstractas. Igual que el pasillo de la derecha, estaba lleno de cuadros y retratos de personas con poses imponentes, pero esta vez, también había muchas puertas por el camino.
- Estas puertas deben de dar a los dormitorios –comentó Brian a la vez que intentaba abrir una de ellas-, pero están cerradas.
- ¿Es que piensas quedarte aquí a dormir? –preguntó confusa Regina que no había pensado en eso.
- Regina, estamos aquí atrapados y es de noche, ¿qué esperas que haga? Yo propongo que hoy pasemos aquí la noche y mañana, cuando nuestros padres se den cuenta de que no hemos aparecido por casa, comenzarán a buscarnos.
- Dudo que mi madre lo haga…
- Venga Regina, anima esa cara, Brian tiene razón, después de lo que ha pasado estamos cansados y debemos descansar –explicó Tom con su acento mexicano, hacía rato que no intervenía y cuando lo hizo parecía un poco sofocado, pero ninguno le dio importancia- además güey, mira que lujos nos rodean, esto hay que aprovecharlo.
- Sí, si tienes razón, pero lo que a mí me preocupa es que a parte de lujos también nos rodee alguien más.
A eso ninguno de los chicos supo que responder porque sabían que Regina podía tener razón, pero qué más podían hacer…
- Si tuviéramos algo para iluminar las puertas, quizá descubriésemos algo más…-pensó Brian que seguía analizando las cerraduras de las puertas y, pasando la mano por ellas, se dio cuenta de que no eran huecos para una llave, al menos no una corriente, tenían formas muy extrañas pero no sabía de que podían ser.
- Espera, yo tengo algo –dijo Tom metiendo la mano en uno de los bolsillos de sus vaqueros para buscar algo que pudiera iluminar-. Aquí está, un mechero, toma.
- ¿Es que tú fumas? –preguntó extrañado Brian a su amigo al que nunca había visto fumar.
- No, pero nunca se sabe cuándo una tía buena va a pedirte fuego –este comentario produjo una gran carcajada en los tres amigos y pensaron que Tom se las arreglaba muy bien para ligar, aunque ya tenía novia.
Brian cogió el mechero e iluminó las cerraduras y, como él sospechaba, descubrió que en ellas no entraría una llave, tendría que ser otro objeto más pequeño, pero no sabía el qué. Miraron en las demás puertas y salvo la forma, todas las cerraduras eran iguales.
- Aquí no hay nada, parece que al final no podremos dormir aquí –dijo Brian mirando hacia Regina con una sonrisa picarona.
Comenzaron a dirigirse otra vez hacia las escaleras para reunirse con los demás cuando entre toda aquella oscuridad escucharon un ruido a sus espaldas. Los tres se quedaron totalmente quietos y despacio se giraron para ver que había producido aquel ruido. Entonces comenzaron a oír pisadas y una lenta respiración…
- ¿Quién anda ahí? –Preguntó muy asustada Regina a la que toda aquella situación comenzaba a sobrepasarla pero aún así sacó su carácter-. Sal valiente, que en cuanto lo hagas te voy a arrancar los…
Entonces el ruido y las pisadas se oyeron en el lado contrario. Pasaron unos pocos minutos en los que no se atrevieron a moverse hasta que finalmente una mano agarró a Regina del pie y tirando de ella la tiró al suelo. Fue entonces cuando oyó la estúpida risa de Stella y sus amigos.
- Te la debía, ahora ya estamos en paz –dijo ésta recordando su caída en el instituto.
- ¡¡¿Pero qué te pasa?!! –gritó Regina a la vez que se levantaba para dar un empujón a Stella y su grupito cuando vio al fondo del pasillo a Catherine, Jenny y Evelyn correr hacia donde ella estaba para evitar la pelea.
- ¡Eh, Regina tranquila! –exclamó Evelyn al tiempo que cogía del brazo a su amiga y Brian y los demás intentaban apaciguar el ambiente.
Cuando todos se tranquilizaron, comentaron todo aquello que habían descubierto en esos pocos minutos en los que habían investigado la mansión. Brian les contó lo de las cerraduras pero nadie sabía qué podría abrir la puerta. Cuando terminaron de hablarlo, decidieron ir a buscar a Stephanie y Amy esperando que no les hubiera pasado nada, pero cuando comenzaron a andar, Anna se quedó un momento quieta mirando hacia una de las puertas en la que creía haber visto algo cuando el reflejo de la luna dio en ella. Se acercó con un paso inseguro y pidió algo con que iluminar la puerta. Tom volvió a sacar el mechero y se lo pasó a Anna que lo accionó y se acercó con la pequeña llama alumbrando a la parte superior de la puerta.
- ¡Oh no! ¡Chicos, venid a ver esto!
- ¿Qué ocurre Anna? –preguntó extrañado Troy por la reacción de su novia.
- ¡¡Mirad!! –contestó ésta acercando la llama a la madera.
Allí, en la parte superior de la puerta de madera, estaba pintado a rojo el mismo símbolo que había aparecido en la taquilla de Regina, una abeja. Regina se quedó totalmente en blanco al volver a ver aquel dibujo, pero sospechaba que no sería la única. Cogió el mechero de manos de Anna y fue acercándose a todas las puertas, una por una, dejando al descubierto los dibujos de las taquillas de todos ellos: el corazón, la calavera, el eclipse, la jeringuilla, la araña, la flor… Todos se quedaron de piedra al ver todo aquello y la primera en decir algo fue Catherine.
- Tenemos que encontrar lo necesario para abrir las puertas. Lo que está claro, es que alguien quiere que durmamos aquí y cada símbolo señala cuál es la habitación de cada uno…


Stephanie y Amy estaban agotadas, habían bajado las escaleras del desván corriendo para salir lo antes posible de allí. Amy aún tenía aquel cofre en la mano porque creía que era importante y más después de tener una foto suya pegada en la base. Habían decidido ir a mirar el cuadro con más atención para ver si descubrían algo relacionado con el cofre. Deshicieron el camino por el pasillo hasta que finalmente llegaron al retrato del bebé y la niña y pararon en seco. Allí estaba, en las manos de aquel bebé, jugueteando con él.
- Vale, ¿y ahora que hacemos? –preguntó Stephanie mientras veía a Amy mirar con muchísima atención el cuadro.
- Un momento, mira la mano izquierda de la niña.
Stephanie obedeció y se acercó un poco más para poder verlo. De la pequeña mano izquierda de la niña, sobresalía el diente de una pequeña llave que probablemente abriría aquel cofre.
- ¡Es increíble! Esa llave tiene que estar por algún lado…
Después de observar un rato más el cuadro, Amy dijo con énfasis:
- ¡Sí, y creo que sé dónde está!
Después de eso, no muy convencida de lo que iba a hacer porque solo era una simple teoría, se puso de puntillas para poder bajar aquel cuadro, y lo consiguió con la ayuda de Stephanie.
- ¿Qué estás haciendo Amy?
Ésta estaba tan concentrada en la parte posterior del cuadro que ni siquiera la oyó. Después de palparla con sus manos, se quitó uno de sus pendientes en forma de estaca y con él se ayudó para rajar de lado a lado la parte trasera del retrato. Fue entonces cuando su cara se iluminó por la emoción y enseñaba a Stephanie lo que había encontrado: la llave.
- ¿Cómo sabías que estaba ahí? –Stephanie no salía de su asombro y esperaba una explicación por parte de Amy que dio la vuelta al cuadro para comenzar la explicación.
- Lo supuse aunque no estaba segura –comenzó dándose aires de importancia después de su descubrimiento-. En la mano izquierda sobresale la llave, pero mira la mano derecha.
Cuando lo hizo se dio cuenta de que dicha mano de la niña apuntaba hacia atrás, hacia el reverso del cuadro. Ahora lo entendía todo y Amy con la llave en la mano se acercó al cofre que había pasado a Stephanie e introdujo la llave en la cerradura.
- Entra perfectamente…-susurró asustada por lo que se pudiera encontrar ahí dentro.
Cuando lo abrieron se quedaron impactadas con lo que encontraron. La caja estaba llena de colgantes, exactamente once, el mismo número de personas que había en la casa. Pero lo más extraño, es que no eran colgantes normales, si no que cada uno de ellos representaba uno de los dibujos de las taquillas, aunque esta vez eran de plata y mucho más pequeños.
-Vamos a enseñárselo a los demás, parece que hay uno para cada uno de nosotros…


Cuando llegaron junto a ellos les explicaron todo lo que habían descubierto incluida la historia del cofre y cómo habían encontrado la llave así como lo que había en su interior. Anna se acercó a ver los colgantes y mientras cogía el suyo que se correspondía con la guadaña y se lo ponía, dijo a los demás:
- Parece que alguien quiere jugar con nosotros.
Acto seguido, no muy seguros, se fueron acercando también para poder coger los collares que les correspondían a cada uno de ellos. Stephanie se negaba a ponerse aquella horrible araña colgada de su cuello, la daba un asco terrible. Regina también dudó al ponerse la abeja, pero aceptó que sólo era un collar, no podía hacerla daño. Y con esa misma reflexión, convenció a Stephanie para que se pusiera el suyo. Cuando todos cogieron el suyo, en el interior del cofre todavía sobraba uno, era una figura con forma de muñeca, pero no pertenecía a nadie.
- ¿De quién es el que sobra? –preguntó Troy mirando a sus compañeros.
Después de un silencio atronador, Amy se acercó al cofre y lo cogió con las manos.
- Es el mío, al parecer no soy sólo un cebo –dijo asustada Amy que fue interrumpida por un alarido de Jenny.
- ¡Eh, eh! Esperad, mirad las formas de los collares – Jenny ya estaba mucho más tranquila que al principio a pesar de los últimos acontecimientos.
- ¿Qué les pasa? –preguntó extrañada Evelyn que hasta ese momento había preferido no intervenir.
- ¿No lo ves? Son del mismo tamaño que el hueco de las cerraduras de las puertas.
- ¿Qué puertas? –interrumpió Stephanie que al no haber estado allí, al igual que Amy, no sabía de que estaban hablando hasta que Brian les contó todo.
Jenny, sin perder un solo minuto, se acercó a la puerta que tenía pintada la calavera e introdujo su colgante en la cerradura. Después todo quedó en silencio, no se oyó ningún ruido. Jenny sacó el collar y se lo volvió a colgar en el cuello.
- ¿Y bien? –Tom no estaba seguro de si la teoría de Jenny se cumpliría.
Jenny giró el picaporte y ejerciendo una pequeña fuerza sobre la puerta, esta cedió y se abrió. Cuando entró, pudo ver una amplia habitación pintada de verde (su color favorito), unas cuantas estanterías llenas de discos de sus cantantes favoritos y libros históricos y de intriga, una mesa de estudio y una gran cama en la que cabían cuatro personas como ella. La pared que estaba frente a la cama no estaba hecha con ladrillos ni nada parecido, sino que se componía de dos puertas de cristal que daban a un balcón y desde la cama se podía ver todo el paisaje del exterior. Por un segundo tuvo la idea de escaparse por el balcón, que daba a uno de los laterales de la casa, pero al salir a él, se dio cuenta de que estaba cubierto de rejas, haciendo que Jenny se sintiera totalmente como en el interior de una jaula. No había escapatoria y al parecer nadie había descubierto la forma de abrir la puerta y la verja del jardín. Tendrían que permanecer allí hasta que alguien los encontrara. La brisa nocturna dio de golpe en su cara y estaba mirando la luna cuando oyó una voz en el balcón de la derecha.
- ¡Eh Jenny! Estuviste genial con lo de los collares, a mí no se me habría ocurrido –era Stella que como el resto de compañeros había usado el collar para entrar.
- Eso no es nada nuevo, normalmente a las cabezas vacías no se les ocurre nada –dijo Regina desde el balcón de la izquierda.
- Así que vosotras sois mi vecinas ¿eh? –Intervino Jenny mirando a ambas y aliviada de estar entre las dos porque si estuvieran en balcones contiguos estarían todo el día peleándose, y menos mal que el balcón tenía barrotes porque si no una de las dos habría acabado en el suelo de la planta inferior-. Genial, por cierto, ¿cómo es tu habitación Stella?
- Está repleta de cosas que me fascinan. Tiene unas cuantas pelotas, libros de deportes, y muchos peluches. Además es de color morado, mi preferido.
- Di que sí, tú tan femenina como siempre –soltó Regina mirando con desprecio a Stella.
- Igual que tú.
- Vale chicas, parad ya ¿queréis? Entre vuestras peleas no os habéis dado cuenta de una cosa. Las habitaciones se parecen a las de nuestras casas, con todas las cosas que nos fascinan, como si estuviésemos dentro de un sueño.
- Sí, la mía es de color rojo, y las estanterías están llenas de las películas de mis actores favoritos (y no por sus talentos sino que lo eran por sus cuerpos…), además la cama es enorme. Parece que ese tipo nos conoce bastante bien, más de lo que creemos…


Cuando Brian entró en su habitación, parecía que había entrado en el cielo ya que estaba pintada de un azul precioso. Del techo, además de una lámpara del mismo color que las paredes, colgaba un atrapasueños, es decir, un símbolo que se cuelga cerca de la cama y según la leyenda hace que los sueños buenos queden atrapados en él y los malos desaparezcan. A parte de eso, la decoración era espectacular. Había unas cuantas plantas por toda la habitación y diversas figuras de duendes, gnomos, hadas, brujas y otros objetos relacionados con la fantasía descansaban sobre las repisas de las estanterías. Era el mundo con el que siempre había soñado y en aquella sala se respiraba una gran calma, hasta que un grito que provenía de uno de los balcones le sacó de su corto letargo.
- “Ya están peleándose otra vez, y por las voces se de quién se trata. Sin duda mis vecinas son Regina, Jenny y Stella. Pero a mi otro lado tiene que haber alguien más, porque en esta parte del pasillo eran seis habitaciones” –dijo para sí Brian a la vez que cogía unos cuantas películas de temas sobrenaturales.


Brian estaba en lo cierto, en la habitación de su derecha, sumida en la oscuridad estaba Amy. Su cuarto era el más peculiar en el cual las paredes estaban pintadas de negro y por todas partes había calaveras, máscaras terroríficas y otros objetos siniestros colgados de las paredes. Hasta su cama era negra como acababa de descubrir. Allí, como los demás, se sentía en su mundo, rodeada de todo aquello que le hacía sentirse a gusto. Además en las estanterías reposaban discos de algunos de sus grupos heavys que más le gustaban. Estaba totalmente encantada, si no fuera por los gritos que había en el exterior. Pero pasó de ellos, únicamente se acercó al balcón para ver quienes eran y cuando las vio, volvió a la estantería a seguir mirando los discos.


Justo en la habitación contigua estaba su hermana Catherine, disfrutando como una niña de todos los comics, dibujos, películas y personajes mangas de sus series favoritas en medio de aquel paisaje pintado en celeste, uno de sus colores preferidos. No se podía creer que estuviese rodeada de tanta cultura japonesa, era genial. Nunca se lo habría imaginado. Estaba pensando en qué estarían haciendo sus compañeros cuando se oyó un golpe en la habitación de enfrente. Salió al pasillo y vio que la puerta de dicha habitación estaba entreabierta. Empujó un poco la puerta y casi se murió de vergüenza cuando vio abrazados a Anna y Troy, besándose desaforadamente pegados a la pared.
- ¡¿Qué pasa?!! ¡¡Siempre estás en medio estúpida!! –gritó Anna muy enfadada logrando que después de un “lo siento”, Catherine volviera a su habitación.
- Ya estamos solos de nuevo…
Estaban en la habitación de Anna que era de un color amarillo que hacía que siendo de noche pareciese que estaba dando el sol. Por todas las paredes había pegados pósteres de sus grupos de música favoritos de Honduras y que nadie de sus amigos conocía. La habitación de Troy, que era la contigua, se complementaba muy bien con el amarillo, y es que era de color naranja. En cuanto a la decoración, todo estaba relacionado con el skate y las bicicletas. Siempre que tenía ocasión se iba con sus amigos a montar en ellas. En cuanto hubo revisado su habitación, se fue a la de su novia para, de alguna forma, celebrarlo…


Evelyn que estaba en la habitación de al lado, oyó como aquellos dos indeseables daban esos gritos a Catherine, pero ella estaba sumida en su paraíso. Todas las paredes eran de un color rosa precioso y estaba todo decorado con flores, corazones y otras muchas cosas típicas de los cuentos de princesitas y es que Evelyn era muy presumida y le encantaban todo ese tipo de objetos floreados y llenos de purpurina. Parecía encontrarse en medio de un mundo de fantasía. Se tumbó en su cama y desde ella se dio cuenta de que las habitaciones que quedaban a ese lado del pasillo no tenían ventanas porque daban a la parte interna de la casa, ese era el inconveniente, pero al menos llegaba algo de luz desde la ventana del pasillo…

Stephanie abrió su puerta con la araña pintada en ella acompañada de Tom. Cuando ambos entraron en la habitación, la luz de la luna que provenía del pasillo, se reflejaba en las paredes totalmente blancas, era como un paisaje completamente nevado. Eso a Stephanie la encantó, pero Tom tenía otra percepción de todo aquello.
- Es precioso –dijo maravillada Stephanie mirando su habitación.
- Pues más que una habitación parece que estás en un psiquiátrico con todo este color blanco.
Ambos se echaron a reír y Stephanie se acercó a las estanterías donde reposaban un montón de libros, películas, documentales… relacionados con todo tipo de perros. Eso la recordó a sus dos perros que había dejado en su casa y se preguntó si volvería a verlos. Unas lágrimas cayeron por sus mejillas y antes de que fuese a más, Tom apareció por detrás y le dio ánimos.
- Venga nena, vamos a ver mi habitación…
Cuando llegaron a la suya que era la única que quedaba y estaba al lado de la de su novia, Tom entró decidido y por un momento creyó que estaba en su país. Sus ojos se iluminaron y es que la habitación estaba llena de banderas de México, dulces típicos de allí, fotos de su país, sombreros mexicanos colgaban de las paredes… y el color de las paredes era marrón clarito, uno de sus colores favoritos. La viveza de esa habitación hizo que el ánimo de Stephanie se levantara y una tremenda alegría le recorrió el cuerpo.
- Mira cariño, ahora estamos en mi país…- se acercó a su novia y lentamente la besó. Lo que aún no se imaginaban era que pronto acabaría toda aquella felicidad…

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