Capitulo 3
KILLEDIN 542
Debe de ser aquí -dijo Anna mirando a la vez el cartel que anunciaba la calle y el papel que tenía entre sus manos para asegurarse de que estaban en la dirección correcta. Miró la cara de sus dos compañeros y observó que ambos miraban hacia delante con la boca abierta.
- No es posible…-dijo sin inmutarse Stella-, es increíble.
Anna giró su cabeza y comprendió la razón de que Stella y Troy estuvieran anonadados. Ante sí se levantaba una tremenda verja de hierro forjado sujeta a dos muros enormes de piedra en cuya parte más alta se alzaban dos escalofriantes gárgolas. Tras esa verja que parecía impenetrable se extendía una piscina que parecía medir kilómetros enteros y cruzaba todo el jardín. A ambos lados de la piscina habían plantado unas cuantas palmeras dando un toque tropical a la zona. Siguiendo la piscina con la vista, se llegaba a una gran escalinata de mármol blanco que conducía a la puerta de una gran mansión a cuyos lados se elevaban dos columnas del mismo material que la escalinata. La casa estaba construida en piedra de un blanco inmaculado que proporcionaba una tremenda elegancia a la construcción y sus cristales eran una mezcla de colores explosivos que formaban unas esplendidas vidrieras. Su tejado, en contraste, era de un tono azulado y en cuanto a su estructura daba la impresión de que estaba dividida en tres zonas. Su parte central era la más grande y su parte superior acababa en punta. Las otras dos zonas eran simétricas en cuanto tamaño y forma y eran más pequeñas y más bajas que la zona central.
- No sé de quién habrá sido la broma pero en estos momentos se lo agradezco enormemente –dijo Troy a la vez que en su cara se dibujaba una gran sonrisa de satisfacción.
- Esto hay que disfrutarlo –contestó Anna-, creo que nos lo merecemos.
- Pues claro que sí, esto es la recompensa por ser tan buenos con los demás –ironizó Stella mirando a sus compañeros con una sonrisa malévola-, ¿verdad chicos?
- No se hable más, pasemos aquí unos días, esto está tan apartado del pueblo que no creo que nos encuentren aquí –pensó Troy que para él todo aquello era un palacio en comparación con su humilde casa.
Dicho esto, los tres con un pequeño empujón abrieron la verja y echaron a correr a través del jardín. Lo que no sabían era que iban directos a su lecho de muerte.
- ¡No me lo puedo creer! ¡Es increíble! –exclamó Tom levantándose de un salto de aquellas pulidas escaleras en las que llevaban una media hora aproximadamente esperando.
- ¿Qué te ocurre? –preguntó Stephanie extrañada al ver como Tom se levantaba de golpe.
Ellos dos, junto a Brian, antes de presentarse en la mansión se dirigieron a sus casas para dejar sus pertenencias y avisar a sus padres de que aquella tarde saldrían. Una hora después habían quedado frente a la casa de Stephanie y fueron en seguida en busca de aquella dirección tan misteriosa que había aparecido en sus taquillas. La calle se encontraba muy a las afueras del pueblo, aislada de todo el mundo, en medio de un amplio campo. Tuvieron suerte de que el taxista que los recogió supiera donde estaba la calle porque ellos nunca la habían oído mencionar ni estaban enterados de su existencia. Cuando llegaron se quedaron tan atónitos como momentos después lo habían estado sus compañeros –muy a su pesar- Troy, Stella y Anna.
- Creo que sé lo que le ocurre –añadió Brian mirando hacia delante y haciendo un gesto a Stephanie para que hiciera lo mismo. Cuando lo hizo se quedó tan sorprendida como ellos dos. Cruzando corriendo todo el amplio jardín, bordeando la piscina, se dirigían hacia ellos sus tres odiados compañeros de clase.
- Vaya, vaya, mirad quién está aquí –dijo muy serio Troy acercándose desafiante a Tom, al tiempo que este también se levantaba y se plantaba delante de Troy con la intención de darle un buen puñetazo. Stephanie se levantó para agarrarle del brazo y hacer que se sentara de nuevo.
- ¿No os dejan entrar por tener garrapatas o porque no dejan entrar libros parlantes? –preguntó Stella mirando hacia Brian con una gran sonrisa en la boca esperando la risa de sus otros dos compañeros.
- Pobrecita, la verdad no te debes de dar cuenta pero, ¿sabes que tus conversaciones son estúpidas hasta para un niño recién nacido? Creo que en vez de reírse de tus comentarios, lo haría de tu propia cara.
Stephanie y Troy se echaron a reír mientras Anna subía la escalinata hasta llegar frente a la puerta de madera que impedía el paso a la mansión.
- Troy, ayúdame con esto, no puedo yo sola –pidió a la vez que empujaba para que se abriera.
- No lo intentéis, ya hemos probado nosotros. Está completamente cerrada. Creo que hemos venido para nada –dijo Stephanie que momentos antes había hecho lo mismo que Anna con igual resultado. Alguien les había hecho la broma de dirigirse hasta allí, poniéndoles la miel en los labios para que al final no pudieran saborearla.
Después de unos cuantos intentos, Troy y Anna decidieron dejarlo por imposible, aquella puerta necesitaba una llave, pero en el sobre de la taquilla no había ninguna.
- Genial, ¿y entonces que estáis haciendo aquí?¿por qué seguís esperando? –preguntó Stella incrédula y sin encontrar ninguna razón de peso para ello. En ese justo momento recibió la razón por parte de Brian:
- Porque si recordáis, vuestras taquillas no eran las únicas que estaban marcadas, en total eran diez las que estaban pintadas y quitando a los que ya estamos aquí, quedan cuatro personas más por llegar. Lo que nunca imaginé es que vosotros seríais uno de los grupos que faltaba por venir.
- Hemos estado aquí el tiempo suficiente para reflexionar y hemos llegado a la conclusión de que quizá alguno de los que quedan por venir tenga la llave –terminó de relatar Stephanie con la voz un poco apagada como siempre que se encontraba delante de gente con la que nunca había tratado por su timidez y su miedo a sentirse inferior.
- Esta estúpida me pone de los nervios cada vez que habla, parece que todo el mundo la va a comer o algo peor. ¡¡¡La próxima vez que me quieras decir algo dilo un poco más alto!!! –gritó Troy haciendo todo lo contrario a Stephanie para ver si así la quedaba claro. No podía soportar el tono de monja con el que hablaba y lo único que no le gustaba de todo aquel lujo era la presencia de aquellos tres idiotas con los que estaba y los que aún quedaban por llegar.
Tom se volvió a levantar dispuesto a pegarle por haber dicho eso a su novia y Troy comenzó a reírse. Antes de que Tom hiciera lo que tenía en mente, Brian se interpuso entre ellos dos y mirando a su amigo le dijo:
- Tranquilo, ¿vale?, si tenemos que estar aquí con ellos esta tarde lo mejor será que nos controlemos y no dejemos que nos saquen de nuestras casillas. Ahora lo que vamos a hacer es seguir esperando sentados como lo hemos estado haciendo y ver si alguno de los que falta por llegar tiene la llave.
Esto bastó para que el ambiente se calmara por el momento pero Stephanie y Brian sabían que algo parecido volvería a pasar en el tiempo que les quedara por estar juntos.
Lo que no sabían es que no estaban solos en aquel lugar. Catherine y Jenny fueron las primeras en llegar y una vez que inspeccionaron la parte delantera de la casa e intentaron entrar en ella sin ningún resultado, se dirigieron a la parte trasera y vieron un pequeño parque infantil abandonado cuyos columpios estaban desgastados y el hierro de la mayoría de ellos oxidado. Aquella zona descuidada contrastaba con la parte frontal y el jardín donde estaba situada la piscina en la cual los árboles y arbustos habían sido mantenidos hasta ese día. Decidieron sentarse en uno de los bancos de aquel parque a esperar por si alguien venía, pero finalmente no pasó nada. Llevaban allí aproximadamente una hora repasando todos los acontecimientos del día pero no llegaron a nada en claro. Lo único que sabían es que tenían que llegar más personas porque había más taquillas pintadas a parte de las suyas. Lo que no entendían era que quería el que les había pintado el dibujo que hicieran allí si no se podía entrar en la casa. Catherine todavía no había encontrado que era aquello que poseían de ella; por más que había buscado con la ayuda de Jenny no habían encontrado nada.
- Lo mejor que podemos hacer es irnos de aquí. Esto no me gusta nada –comenzó a decir Jenny con su habitual pesimismo.
- Por una vez en tu vida tienes razón, alguien nos ha hecho venir hasta aquí con la excusa de que tenían algo mío para después encontrarnos con un parque abandonado. Esperemos que pase algún taxi por aquí.
- Con la suerte que tenemos seguro que no y tenemos que quedarnos aquí hasta que alguien pase.
- ¡Ay Jenny! No digas eso, no me das ningún ánimo con esos comentarios, mejor que te quedes callada, no te lo tomes a mal pero es que eres muy negativa.
- ¿Y qué quieres que piense? ¡Mira donde estamos! Perdidas en mitad del campo. No tendríamos que haber venido.
Catherine y Jenny decidieron irse pero al doblar una de las esquinas de la casa que llevaba a la parte delantera se llevaron una gran sorpresa. Allí, en la gran escalinata, se encontraban sentados, aunque separados, por una parte Troy, Anna y Stella y por otra parte Brian, Tom y Stephanie. La primera en verlas fue Stephanie.
- ¡Eh! ¡Jenny, Catherine! –gritó Stephanie haciendo señales para que fueran a sentarse con ellos.
- Así que todos vosotros también teníais la marca en la taquilla y la nota ¿no? –preguntó Catherine aún asombrada por encontrarles. Desde donde ellas habían estado no se había oído ningún indicio de que hubiera alguien más en la casa y en cambio allí estaban seis compañeros suyos del instituto. Como a la mayoría, no le hizo ninguna gracia ver allí a Troy, Anna y Stella, en cambio Jenny se dirigió a saludarlos y estuvo un rato hablando con ellos. Después fue donde estaba Catherine.
- Todavía no entiendo como te pueden caer bien esos estúpidos –comentó incrédulo Brian.
- Lo siento pero me parecen majos, van de duros pero en realidad no lo son.
- Son unos imbéciles y no hay más que hablar –replicó Tom casi sin dar tiempo de que Jenny acabara.
- No lo son, tenéis que ser más abiertos, no podéis ser así.
- Jenny, mejor cállate, respetamos y aceptamos que te caigan bien pero lo que no comprendo es que digas que son simpáticos. Puede que a ti no te digan nada, pero a todos nosotros nos insultan, creo que es injusto que nos digas que somos muy cerrados solo porque no seamos amigos de gente que hace comentarios fuera de lugar sobre nosotros. Ni lo soy ahora ni lo seré nunca –dijo muy furiosa, y esta vez en alto, Stephanie que estaba harta de que Jenny siempre les defendiera, en vez de defender a sus amigos, pero Jenny era así.
- Bueno lo mejor será cambiar de tema –intervino Catherine a la que no le gustaban para nada las peleas y siempre intentaba ser la mediadora entre todos ellos-, Jenny y yo ya nos íbamos de aquí, me alegra mucho veros pero creo que estáis perdiendo el tiempo, la puerta está cerrada y ninguno de nosotros tiene llave.
- Es una lástima que os vayáis, ya estamos casi todos reunidos, solo faltan dos personas, quizá ellos la tengan –explicó Brian que no pensaba irse de allí sin desentrañar el misterio.
- Da igual, no nos interesa nada de lo que pueda haber dentro de esa casa, llevamos esperando una hora y nos vamos inmediatamente, vamos Catherine –dijo Jenny a la vez que cogía del brazo a su amiga para ir hacia la verja y salir de aquel lugar –, adiós a todos y pasadlo bien.
Caminaron hacia la verja y estaban a unos cuantos pasos cuando por ella entraron a aquel jardín Regina y Evelyn.
- Guau, esto es increíble, mira que lujos Evelyn –dijo Regina igual de asombrada que lo habían estado sus compañeros anteriormente.
- Eso no es lo único sorprendente Regina, mira quien viene por ahí y quienes están sentados allá en la escalinata.
- ¡Ey hola! Así que vosotras sois las que faltaban –comentó Catherine dirigiéndose hacia ellas y contenta de verlas. Al fin y al cabo, menos tres personas, todos eran sus amigos y se sentía muy bien entre ellos pero Jenny quería irse y no la iba a dejar sola.
- Nosotras nos vamos espero que os lo paséis bien y ya nos contaréis lo que habéis hecho ¿vale? –Jenny no podía esperar y rápidamente siguió andando hacia la verja con su amiga del brazo a la que no había dejado ni despedirse. Jenny estaba muy nerviosa y lo estuvo más aún cuando a dos pasos de la verja, ésta se cerró como por arte de magia. Jenny se puso histérica e intentó abrirla pero estaba igual de cerrada que la puerta de la mansión. No lo podía creer, estaban allí todos encerrados.
- Ves, lo sabía, sabía que algo malo iba a pasar, no me quiero quedar aquí toda mi vida. ¡Socorro! ¡Socorro!
- Jenny tranquila, no va a pasar nada, debe haber alguna manera para abrir esta verja, pero tranquilízate porque me estás poniendo a mí también de los nervios –intervino Regina que si ya de por sí era nerviosa no aguantaba el histerismo porque la hacía estarlo más.
- Venga Jenny, lo mejor será que nos reunamos con todos y ver que podemos hacer. Tiene que haber alguna solución.
Después de este suceso, las cuatro amigas se dirigieron hacia los demás compañeros que se habían puesto en pie ante lo que acababa de pasar.
- ¡Evelyn, debo estar loca, veo a los dioses de la estupidez a mi lado, no puede ser!
- Regina no empieces –objetó su amiga Evelyn que no quería que le pasara nada malo a Regina-, lo mejor que podemos hacer ahora que estamos todos juntos es averiguar la manera de salir de aquí. La verja está cerrada y los muros son demasiado altos como para saltarlos.
- Esperad un momento, si la verja se ha cerrado automáticamente es porque debe de existir algún interruptor –comenzó a explicar pensativo Troy en cuya cabeza comenzaba a formarse una idea-, este interruptor seguramente se encuentre en el interior de la casa, dónde si no, por lo tanto ahora tenemos que preocuparnos de la manera de entrar en la mansión para encontrarlo y poder irnos de aquí.
- Muy bien Troy, por una vez en tu vida has pensado, ¿Qué se siente? –se burló Regina que volvió a notar como Evelyn le daba un codazo y sus demás compañeros comenzaron a reír-, espero que no te duela mucho la cabeza.
- Sí pero hay un pequeño inconveniente, no tenemos ninguna llave para entrar –replicó Stephanie- y no existe ninguna otra forma de hacerlo.
En ese justo momento, Catherine comenzó a ponerse pálida y notaba como cada vez le costaba más respirar. La causa de todo ello fue que al oír la palabra llave recordó que su abuela, cuando le regaló el collar del corazón que llevaba puesto, le había dicho al oído mientras se lo ponía: “recuerda siempre que este colgante será la llave que te abrirá muchas puertas en la vida”. Sus compañeros no quitaban ojo a Catherine al ver como subía los escalones hacia la puerta como si estuviese hipnotizada y una vez se encontró frente a ella, se quitó el colgante. Catherine, cuando lo tuvo en la mano, descubrió que, en realidad, no era un simple collar si no que se podía abrir. Cuidadosamente tiró de la tapa del corazón y cuando se abrió, lo hizo con tanta fuerza, que algo salió despedido de él y cayó al suelo produciendo un ruido metálico. Bajó la mirada y recogió aquello que se había caído.
- ¿Qué te ocurre Catherine? –preguntó Stephanie preocupándose por su amiga. Ninguno de los que allí se encontraban quitaban ojo a Catherine y quedaron igual de sorprendidos que ella cuando vieron el objeto que tenía en la mano.
- Yo he tenido siempre la llave…-murmuró asustada Catherine al mismo tiempo que la introducía en la puerta, y con un solo giró la puerta se abrió con un ligero “clic”.
KILLEDIN 542
Debe de ser aquí -dijo Anna mirando a la vez el cartel que anunciaba la calle y el papel que tenía entre sus manos para asegurarse de que estaban en la dirección correcta. Miró la cara de sus dos compañeros y observó que ambos miraban hacia delante con la boca abierta.
- No es posible…-dijo sin inmutarse Stella-, es increíble.
Anna giró su cabeza y comprendió la razón de que Stella y Troy estuvieran anonadados. Ante sí se levantaba una tremenda verja de hierro forjado sujeta a dos muros enormes de piedra en cuya parte más alta se alzaban dos escalofriantes gárgolas. Tras esa verja que parecía impenetrable se extendía una piscina que parecía medir kilómetros enteros y cruzaba todo el jardín. A ambos lados de la piscina habían plantado unas cuantas palmeras dando un toque tropical a la zona. Siguiendo la piscina con la vista, se llegaba a una gran escalinata de mármol blanco que conducía a la puerta de una gran mansión a cuyos lados se elevaban dos columnas del mismo material que la escalinata. La casa estaba construida en piedra de un blanco inmaculado que proporcionaba una tremenda elegancia a la construcción y sus cristales eran una mezcla de colores explosivos que formaban unas esplendidas vidrieras. Su tejado, en contraste, era de un tono azulado y en cuanto a su estructura daba la impresión de que estaba dividida en tres zonas. Su parte central era la más grande y su parte superior acababa en punta. Las otras dos zonas eran simétricas en cuanto tamaño y forma y eran más pequeñas y más bajas que la zona central.
- No sé de quién habrá sido la broma pero en estos momentos se lo agradezco enormemente –dijo Troy a la vez que en su cara se dibujaba una gran sonrisa de satisfacción.
- Esto hay que disfrutarlo –contestó Anna-, creo que nos lo merecemos.
- Pues claro que sí, esto es la recompensa por ser tan buenos con los demás –ironizó Stella mirando a sus compañeros con una sonrisa malévola-, ¿verdad chicos?
- No se hable más, pasemos aquí unos días, esto está tan apartado del pueblo que no creo que nos encuentren aquí –pensó Troy que para él todo aquello era un palacio en comparación con su humilde casa.
Dicho esto, los tres con un pequeño empujón abrieron la verja y echaron a correr a través del jardín. Lo que no sabían era que iban directos a su lecho de muerte.
- ¡No me lo puedo creer! ¡Es increíble! –exclamó Tom levantándose de un salto de aquellas pulidas escaleras en las que llevaban una media hora aproximadamente esperando.
- ¿Qué te ocurre? –preguntó Stephanie extrañada al ver como Tom se levantaba de golpe.
Ellos dos, junto a Brian, antes de presentarse en la mansión se dirigieron a sus casas para dejar sus pertenencias y avisar a sus padres de que aquella tarde saldrían. Una hora después habían quedado frente a la casa de Stephanie y fueron en seguida en busca de aquella dirección tan misteriosa que había aparecido en sus taquillas. La calle se encontraba muy a las afueras del pueblo, aislada de todo el mundo, en medio de un amplio campo. Tuvieron suerte de que el taxista que los recogió supiera donde estaba la calle porque ellos nunca la habían oído mencionar ni estaban enterados de su existencia. Cuando llegaron se quedaron tan atónitos como momentos después lo habían estado sus compañeros –muy a su pesar- Troy, Stella y Anna.
- Creo que sé lo que le ocurre –añadió Brian mirando hacia delante y haciendo un gesto a Stephanie para que hiciera lo mismo. Cuando lo hizo se quedó tan sorprendida como ellos dos. Cruzando corriendo todo el amplio jardín, bordeando la piscina, se dirigían hacia ellos sus tres odiados compañeros de clase.
- Vaya, vaya, mirad quién está aquí –dijo muy serio Troy acercándose desafiante a Tom, al tiempo que este también se levantaba y se plantaba delante de Troy con la intención de darle un buen puñetazo. Stephanie se levantó para agarrarle del brazo y hacer que se sentara de nuevo.
- ¿No os dejan entrar por tener garrapatas o porque no dejan entrar libros parlantes? –preguntó Stella mirando hacia Brian con una gran sonrisa en la boca esperando la risa de sus otros dos compañeros.
- Pobrecita, la verdad no te debes de dar cuenta pero, ¿sabes que tus conversaciones son estúpidas hasta para un niño recién nacido? Creo que en vez de reírse de tus comentarios, lo haría de tu propia cara.
Stephanie y Troy se echaron a reír mientras Anna subía la escalinata hasta llegar frente a la puerta de madera que impedía el paso a la mansión.
- Troy, ayúdame con esto, no puedo yo sola –pidió a la vez que empujaba para que se abriera.
- No lo intentéis, ya hemos probado nosotros. Está completamente cerrada. Creo que hemos venido para nada –dijo Stephanie que momentos antes había hecho lo mismo que Anna con igual resultado. Alguien les había hecho la broma de dirigirse hasta allí, poniéndoles la miel en los labios para que al final no pudieran saborearla.
Después de unos cuantos intentos, Troy y Anna decidieron dejarlo por imposible, aquella puerta necesitaba una llave, pero en el sobre de la taquilla no había ninguna.
- Genial, ¿y entonces que estáis haciendo aquí?¿por qué seguís esperando? –preguntó Stella incrédula y sin encontrar ninguna razón de peso para ello. En ese justo momento recibió la razón por parte de Brian:
- Porque si recordáis, vuestras taquillas no eran las únicas que estaban marcadas, en total eran diez las que estaban pintadas y quitando a los que ya estamos aquí, quedan cuatro personas más por llegar. Lo que nunca imaginé es que vosotros seríais uno de los grupos que faltaba por venir.
- Hemos estado aquí el tiempo suficiente para reflexionar y hemos llegado a la conclusión de que quizá alguno de los que quedan por venir tenga la llave –terminó de relatar Stephanie con la voz un poco apagada como siempre que se encontraba delante de gente con la que nunca había tratado por su timidez y su miedo a sentirse inferior.
- Esta estúpida me pone de los nervios cada vez que habla, parece que todo el mundo la va a comer o algo peor. ¡¡¡La próxima vez que me quieras decir algo dilo un poco más alto!!! –gritó Troy haciendo todo lo contrario a Stephanie para ver si así la quedaba claro. No podía soportar el tono de monja con el que hablaba y lo único que no le gustaba de todo aquel lujo era la presencia de aquellos tres idiotas con los que estaba y los que aún quedaban por llegar.
Tom se volvió a levantar dispuesto a pegarle por haber dicho eso a su novia y Troy comenzó a reírse. Antes de que Tom hiciera lo que tenía en mente, Brian se interpuso entre ellos dos y mirando a su amigo le dijo:
- Tranquilo, ¿vale?, si tenemos que estar aquí con ellos esta tarde lo mejor será que nos controlemos y no dejemos que nos saquen de nuestras casillas. Ahora lo que vamos a hacer es seguir esperando sentados como lo hemos estado haciendo y ver si alguno de los que falta por llegar tiene la llave.
Esto bastó para que el ambiente se calmara por el momento pero Stephanie y Brian sabían que algo parecido volvería a pasar en el tiempo que les quedara por estar juntos.
Lo que no sabían es que no estaban solos en aquel lugar. Catherine y Jenny fueron las primeras en llegar y una vez que inspeccionaron la parte delantera de la casa e intentaron entrar en ella sin ningún resultado, se dirigieron a la parte trasera y vieron un pequeño parque infantil abandonado cuyos columpios estaban desgastados y el hierro de la mayoría de ellos oxidado. Aquella zona descuidada contrastaba con la parte frontal y el jardín donde estaba situada la piscina en la cual los árboles y arbustos habían sido mantenidos hasta ese día. Decidieron sentarse en uno de los bancos de aquel parque a esperar por si alguien venía, pero finalmente no pasó nada. Llevaban allí aproximadamente una hora repasando todos los acontecimientos del día pero no llegaron a nada en claro. Lo único que sabían es que tenían que llegar más personas porque había más taquillas pintadas a parte de las suyas. Lo que no entendían era que quería el que les había pintado el dibujo que hicieran allí si no se podía entrar en la casa. Catherine todavía no había encontrado que era aquello que poseían de ella; por más que había buscado con la ayuda de Jenny no habían encontrado nada.
- Lo mejor que podemos hacer es irnos de aquí. Esto no me gusta nada –comenzó a decir Jenny con su habitual pesimismo.
- Por una vez en tu vida tienes razón, alguien nos ha hecho venir hasta aquí con la excusa de que tenían algo mío para después encontrarnos con un parque abandonado. Esperemos que pase algún taxi por aquí.
- Con la suerte que tenemos seguro que no y tenemos que quedarnos aquí hasta que alguien pase.
- ¡Ay Jenny! No digas eso, no me das ningún ánimo con esos comentarios, mejor que te quedes callada, no te lo tomes a mal pero es que eres muy negativa.
- ¿Y qué quieres que piense? ¡Mira donde estamos! Perdidas en mitad del campo. No tendríamos que haber venido.
Catherine y Jenny decidieron irse pero al doblar una de las esquinas de la casa que llevaba a la parte delantera se llevaron una gran sorpresa. Allí, en la gran escalinata, se encontraban sentados, aunque separados, por una parte Troy, Anna y Stella y por otra parte Brian, Tom y Stephanie. La primera en verlas fue Stephanie.
- ¡Eh! ¡Jenny, Catherine! –gritó Stephanie haciendo señales para que fueran a sentarse con ellos.
- Así que todos vosotros también teníais la marca en la taquilla y la nota ¿no? –preguntó Catherine aún asombrada por encontrarles. Desde donde ellas habían estado no se había oído ningún indicio de que hubiera alguien más en la casa y en cambio allí estaban seis compañeros suyos del instituto. Como a la mayoría, no le hizo ninguna gracia ver allí a Troy, Anna y Stella, en cambio Jenny se dirigió a saludarlos y estuvo un rato hablando con ellos. Después fue donde estaba Catherine.
- Todavía no entiendo como te pueden caer bien esos estúpidos –comentó incrédulo Brian.
- Lo siento pero me parecen majos, van de duros pero en realidad no lo son.
- Son unos imbéciles y no hay más que hablar –replicó Tom casi sin dar tiempo de que Jenny acabara.
- No lo son, tenéis que ser más abiertos, no podéis ser así.
- Jenny, mejor cállate, respetamos y aceptamos que te caigan bien pero lo que no comprendo es que digas que son simpáticos. Puede que a ti no te digan nada, pero a todos nosotros nos insultan, creo que es injusto que nos digas que somos muy cerrados solo porque no seamos amigos de gente que hace comentarios fuera de lugar sobre nosotros. Ni lo soy ahora ni lo seré nunca –dijo muy furiosa, y esta vez en alto, Stephanie que estaba harta de que Jenny siempre les defendiera, en vez de defender a sus amigos, pero Jenny era así.
- Bueno lo mejor será cambiar de tema –intervino Catherine a la que no le gustaban para nada las peleas y siempre intentaba ser la mediadora entre todos ellos-, Jenny y yo ya nos íbamos de aquí, me alegra mucho veros pero creo que estáis perdiendo el tiempo, la puerta está cerrada y ninguno de nosotros tiene llave.
- Es una lástima que os vayáis, ya estamos casi todos reunidos, solo faltan dos personas, quizá ellos la tengan –explicó Brian que no pensaba irse de allí sin desentrañar el misterio.
- Da igual, no nos interesa nada de lo que pueda haber dentro de esa casa, llevamos esperando una hora y nos vamos inmediatamente, vamos Catherine –dijo Jenny a la vez que cogía del brazo a su amiga para ir hacia la verja y salir de aquel lugar –, adiós a todos y pasadlo bien.
Caminaron hacia la verja y estaban a unos cuantos pasos cuando por ella entraron a aquel jardín Regina y Evelyn.
- Guau, esto es increíble, mira que lujos Evelyn –dijo Regina igual de asombrada que lo habían estado sus compañeros anteriormente.
- Eso no es lo único sorprendente Regina, mira quien viene por ahí y quienes están sentados allá en la escalinata.
- ¡Ey hola! Así que vosotras sois las que faltaban –comentó Catherine dirigiéndose hacia ellas y contenta de verlas. Al fin y al cabo, menos tres personas, todos eran sus amigos y se sentía muy bien entre ellos pero Jenny quería irse y no la iba a dejar sola.
- Nosotras nos vamos espero que os lo paséis bien y ya nos contaréis lo que habéis hecho ¿vale? –Jenny no podía esperar y rápidamente siguió andando hacia la verja con su amiga del brazo a la que no había dejado ni despedirse. Jenny estaba muy nerviosa y lo estuvo más aún cuando a dos pasos de la verja, ésta se cerró como por arte de magia. Jenny se puso histérica e intentó abrirla pero estaba igual de cerrada que la puerta de la mansión. No lo podía creer, estaban allí todos encerrados.
- Ves, lo sabía, sabía que algo malo iba a pasar, no me quiero quedar aquí toda mi vida. ¡Socorro! ¡Socorro!
- Jenny tranquila, no va a pasar nada, debe haber alguna manera para abrir esta verja, pero tranquilízate porque me estás poniendo a mí también de los nervios –intervino Regina que si ya de por sí era nerviosa no aguantaba el histerismo porque la hacía estarlo más.
- Venga Jenny, lo mejor será que nos reunamos con todos y ver que podemos hacer. Tiene que haber alguna solución.
Después de este suceso, las cuatro amigas se dirigieron hacia los demás compañeros que se habían puesto en pie ante lo que acababa de pasar.
- ¡Evelyn, debo estar loca, veo a los dioses de la estupidez a mi lado, no puede ser!
- Regina no empieces –objetó su amiga Evelyn que no quería que le pasara nada malo a Regina-, lo mejor que podemos hacer ahora que estamos todos juntos es averiguar la manera de salir de aquí. La verja está cerrada y los muros son demasiado altos como para saltarlos.
- Esperad un momento, si la verja se ha cerrado automáticamente es porque debe de existir algún interruptor –comenzó a explicar pensativo Troy en cuya cabeza comenzaba a formarse una idea-, este interruptor seguramente se encuentre en el interior de la casa, dónde si no, por lo tanto ahora tenemos que preocuparnos de la manera de entrar en la mansión para encontrarlo y poder irnos de aquí.
- Muy bien Troy, por una vez en tu vida has pensado, ¿Qué se siente? –se burló Regina que volvió a notar como Evelyn le daba un codazo y sus demás compañeros comenzaron a reír-, espero que no te duela mucho la cabeza.
- Sí pero hay un pequeño inconveniente, no tenemos ninguna llave para entrar –replicó Stephanie- y no existe ninguna otra forma de hacerlo.
En ese justo momento, Catherine comenzó a ponerse pálida y notaba como cada vez le costaba más respirar. La causa de todo ello fue que al oír la palabra llave recordó que su abuela, cuando le regaló el collar del corazón que llevaba puesto, le había dicho al oído mientras se lo ponía: “recuerda siempre que este colgante será la llave que te abrirá muchas puertas en la vida”. Sus compañeros no quitaban ojo a Catherine al ver como subía los escalones hacia la puerta como si estuviese hipnotizada y una vez se encontró frente a ella, se quitó el colgante. Catherine, cuando lo tuvo en la mano, descubrió que, en realidad, no era un simple collar si no que se podía abrir. Cuidadosamente tiró de la tapa del corazón y cuando se abrió, lo hizo con tanta fuerza, que algo salió despedido de él y cayó al suelo produciendo un ruido metálico. Bajó la mirada y recogió aquello que se había caído.
- ¿Qué te ocurre Catherine? –preguntó Stephanie preocupándose por su amiga. Ninguno de los que allí se encontraban quitaban ojo a Catherine y quedaron igual de sorprendidos que ella cuando vieron el objeto que tenía en la mano.
- Yo he tenido siempre la llave…-murmuró asustada Catherine al mismo tiempo que la introducía en la puerta, y con un solo giró la puerta se abrió con un ligero “clic”.
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